martes, 13 de noviembre de 2012



TEMA 13 DE NOVIEMBRE

IMPORTANCIA DEL JUEGO EN EL DESARROLLO DEL LENGUAJE



El juego como terapia
https://www.youtube.com/watch?v=phAUz7KUbUs


Cómo estimular el desarrollo de lenguaje en nuestros hijos

https://www.youtube.com/watch?v=uEg1BeP9MTw&feature=related
https://www.youtube.com/watch?v=EGCRtffZySk&feature=relmfu


TEMA 12 NOVIEMBRE


https://www.youtube.com/watch?NR=1&v=J_RocQ-JCzs&feature=endscreen




TEMA 12 DE NOVIEMBRE


FACTORES NECESARIOS PARA LA ADQUISICIÓN DE LA LECTOESCRITURA

RESUMEN

El aprendizaje de la lectura y la escritura es uno de los aprendizajes más difíciles a que se va a someter el escolar de seis años, por lo que necesita de cierta madurez en diferentes áreas para llevar a cabo dicho aprendizaje. Si no existen las condiciones necesarias para enfrentarlo el escolar estará expuesto al fracaso, miedo, ansiedad, frustración que atentarán contra el éxito de su aprendizaje; no solo de la lectoescritura sino en el resto de las áreas de conocimientos. Exponemos en el presente trabajo un análisis de estos factores, teniendo en cuenta que el dominio de la lengua escrita constituye una herramienta esencial para el manejo del mundo por los seres humanos.

Palabras claves: adquisición, lectoescritra, nivel madurativo, percepción, lenguaje, psicomotricidad.

INTRODUCCIÓN

El lenguaje surge y se desarrolla en el proceso de trabajo, producto de la necesidad que tuvieron los hombres de comunicarse entre sí, es un fenómeno de carácter social. Su surgimiento y desarrollo hicieron posible la generalización de la experiencia y la aplicación de esta en la práctica, capacidad exclusiva del hombre, que le permite la comunicación entre los individuos.
Es el lenguaje, el que permite al hombre alcanzar el peldaño superior del conocimiento, llamado peldaño del conocimiento lógico, sin el cual el hombre se diferenciaría bien poco de los animales.
Los hombres se expresan, intercambian ideas y son comprendidos en la mayor parte de los casos a través de la comunicación oral.
La forma que históricamente apareció después del lenguaje oral, fue el lenguaje escrito; que a diferencia del lenguaje oral surge de forma consciente y en él que participan tres analizadores: motor verbal, auditivo verbal y con gran importancia el analizador visual.
El lenguaje escrito supera al oral en cuanto a funcionabilidad y complejidad, su base psicofisiológica es el resultado de la reorganización del mismo sistema funcional.
Está representado por dos procesos: lectura y escritura, los cuales utilizan los mismos códigos, la grafía y ambos aunque se diferencian se autocondicionan, permitiendo uno la realización del otro.
El lenguaje escrito al principio no constituye (como el oral) un medio de comunicación, pues el niño dedica toda su atención al dominio de la técnica de lectoescritura. Solamente después del año y medio o dos años es que se utiliza como medio de comunicación, donde el niño es capaz sus ideas mediante el mismo.
Abordando la importancia de estos dos procesos podemos ver, que el aprendizaje de los mismos ocupa un lugar predominante dentro de las materias escolares, por ser la base del resto de las enseñanzas que se imparten, permitiendo el desarrollo de habilidades y hábitos fundamentales para la realización de los estudios que debe acometer el escolar.
Para el aprendizaje de lectoescritura, sucede lo mismo que con cualquier otro aprendizaje, es necesario que el niño alcance una madurez, sin la cual no se puede iniciar dichas tareas. Esta madurez sería posible solo con la actualización de los factores que intervienen en la adquisición y desarrollo de lectoescritura.
Los maestros, en ocasiones cometemos el error de llevar al escolar a enfrentarse al aprendizaje de la lectoescritura sin tener las condiciones para acometer dicho aprendizaje, provocando problemas al leer y escribir que contribuyen a la repitencia, al fracaso escolar y a la desmotivación por el estudio, con repercusión desfavorable en el resto de las asignaturas.
De ahí la importancia de crear las condiciones necesarias para acometer dicho aprendizaje, para lograr de forma exitosa su adquisición y desarrollo.

DESARROLLO

El lenguaje oral se desarrolla como consecuencia de la necesidad que tiene el niño de participar en la actividad conjunta con el medio, para comunicarse en este; en la génesis del lenguaje escrito no se encuentra este motivo social, pues su etapa inicial esta centrada en la adquisición de la técnica lingüística, lo que ocupa la atención del niño. A diferencia del lenguaje oral, que transcurre de forma automática y sin análisis consciente de la composición de los sonidos, el lenguaje escrito constituye desde su inicio una actividad organizada y voluntaria, con un análisis consciente de los sonidos que lo forman.
El lenguaje escrito lleva al niño al nivel más abstracto del lenguaje. Precisamente por esto L. S. Vigotski señaló que el lenguaje escrito es el álgebra del lenguaje.
Luria lo consideró como un nuevo y poderoso instrumento del pensamiento, con más posibilidades en ocasiones, que el lenguaje oral.

¿Cómo se lleva a cabo?

·         Mecanismo psicológico de la lectoescritura.

La estructura psicofisiológica de la escritura y de la lectura, está representada por dos niveles:
I El nivel sensomotor que garantiza la técnica de los procesos, o sea, saber leer y saber escribir.
II El nivel semántico que garantiza que el lenguaje escrito se convierta en una forma especial de la actividad verbal, es decir, en un medio de comunicación.

Niveles de la escritura. El primer nivel está representado por diferentes eslabones:

·         El análisis de la composición sonora de la palabra: distinguir o extraer los sonidos aislados, convertirlos en fonemas estables, dándole su orden y sucesión en la palabra.

·         Correlacionar cada sonido aislado con la grafía correspondiente: codificar la imagen auditiva en imagen visual (relación fonema – grafema).

·         La recodificación de la imagen visual de las letras en los rasgos gráficos correspondientes, que se realiza mediante una serie de movimientos consecutivos de la mano.

En este nivel se garantiza la copia y el dictado.
El segundo nivel,
el semántico, es el que permite la realización espontánea de la escritura, respondiendo a una idea o un motivo surgido, haciendo uso de códigos semánticos, sintácticos y gramaticales.
En este aspecto se debe señalar qué papel desempeñan en el proceso de escritura, el analizador auditivo, la articulación, la imagen visual de las letras (analizador visual) y los hábitos motores (analizador motor).
La escritura comienza a partir de la tarea que se propone el mismo niño o le sitúa el adulto. En estos casos el niño debe elaborar la oración, recordarla, conservar el orden necesario no solamente conservar la idea en la memoria, sino también convertirla en una estructura detallada en forma de oración y conservar determinado orden en las palabras.
Este análisis de la composición sonora de la palabra es muy importante en la escritura, es necesario distinguir las primeras sílabas y las que siguen, los primeros sonidos y los que le suceden. Esto es más fácil en las sílabas directas, pero es más complicada en las inversas y las directas dobles.
El proceso de la escritura necesita de la precisión de la composición sonora de la palabra que se escribe, lo cual se logra mediante su pronunciación en voz alta o para sí. La misma permite precisar la composición sonora de la palabra, diferenciar y precisar el orden que ocupen los sonidos; es decir, que la pronunciación es el componente motor del análisis sonoro.

La lectura comienza por la percepción del conjunto de letras, se realiza a través de la decodificación de los grafemas en fonemas y termina con el reconocimiento del significado de las palabras.

El primer nivel está representado también por eslabones:

·         Percepción del complejo de letras y análisis de su significado acústico convencional (a cada letra le corresponde un sonido).

·         Recodificación de las letras en sonidos. Asociar la imagen gráfica a los sonidos correspondientes.

·         Selección de los articulemas y la unión de sonidos en sílabas, de sílabas en palabras que se retienen en la memoria operativa para comprobar la hipótesis cuando se ha automatizado el hábito.

Este nivel permite realizar al niño, la lectura de un texto y solo se basa, hasta este momento, en el dominio de la técnica (saber leer). Cuando este hábito se ha automatizado y el niño pasa al segundo nivel (realización semántica), la lectura se convierte en una forma de actividad verbal, en un medio de comunicación.
La segunda operación
está determinada por la correspondencia de los fonemas a los esquemas gráficos visuales, es decir, a las grafías.
Luria A, R señalaba que esta actividad es vencida con relativa facilidad por los escolares y solamente presenta dificultades en los casos de letras parecidas en los cuales se requiere una correcta organización espacial. (Figueredo Escobar, Ernesto, 1982)
Al igual que la escritura, la lectura es un proceso analítico – sintético. En las primeras etapas del aprendizaje de la lectura, esta comienza por la percepción de las letras y el análisis de su significación sonora, luego viene la unión de sonidos y letras en sílabas y luego estas en palabras.
El acto psicológico de la lectura se modifica en la medida en que se automatizan los hábitos de lectura. El análisis sonoro – grafemático de las letras aisladas y su unión en sílabas, en palabras, en oraciones.
El lenguaje escrito representa un hecho sociocultural que sitúa al hombre en una dimensión social nunca vista, es por tanto una herramienta formidable que lo conduce a elevarse como ser humano, si no existen obstáculos que limiten el devenir de su desarrollo.
El proceso de aprendizaje de lectoescritura tiene lugar a partir de una serie de premisas básicas, por lo que desde las etapas precedentes debe realizarse un trabajo preventivo que garantice el desarrollo de un equilibrio emocional adecuado, para facilitar el acceso a los códigos de las distintas etapas de aprendizaje.
Se hace necesario la creación de una serie de condiciones que permiten la realización de funciones sensoriales y motrices imprescindibles para percibir los signos dispuestos ordenadamente de izquierda a derecha, estableciendo la correspondencia entre sonido lingüístico y grafemas, sintetizarlos en sílabas y palabras, abstraer su significado y reproducir los signos mediante la actividad psicomotriz.
La doctora María Luisa Nieve en su trabajo titulado Entorno a los procesos de lectura y escritura plantea que:

“la adquisición de la técnica de la lectoescritura exige del desarrollo en el niño de una serie de capacidades y habilidades mentales, sensoriales y motrices que en su mayoría no se desarrollan suficientemente de manera espontánea y que ofrecen considerables dificultades aún cuando su desarrollo se produzca de forma dirigida a través de un proceso de aprendizaje y ejercitación especialmente organizados”.

Es conocido que para lograr la correcta ejecución de los actos de leer y escribir, deben desarrollarse previamente en el escolar capacidades para la discriminación visual y auditiva, la percepción de las formas, la memoria visual y auditiva, la atención voluntaria, la pronunciación, la resistencia a la fatiga, el control muscular, el aspecto léxico-semántico del lenguaje oral a un grado tal que permita relacionar la palabra con su significado y con un considerable desarrollo mental, fisiológico general, muscular y óseo.
Pensemos en las series de factores que debe desarrollar un gimnasta para el dominio de una técnica o para el dominio de uno de los aparatos típicos de este deporte (caballo de salto, barra de equilibrio…). No se le ocurre a ningún entrenador comenzar el trabajo en uno de estos aparatos sin antes no haber logrado el desarrollo de ciertas habilidades, sin la cual no se garantiza el éxito del mismo.
A estos momentos óptimos, en que el individuo desde el punto de vista evolutivo, posee todos los requisitos que le permitan realizar fácilmente el aprendizaje, se le denomina nivel madurativo.
¿Qué se entiende por nivel madurativo?
En un proceso mediante el cual se adquiere un cierto nivel evolutivo, que facilita la actualización de una función (en este caso la adquisición y desarrollo de la lectura y la escritura) que se va a desempeñar.
Al principio el concepto de maduración, era puramente biológico, pero se ha analizado que este solo explica procesos fisiológicos. Sin embargo, existen otros procesos que encierran principalmente un componente psíquico, rebasando por tanto el concepto biológico y analizándose una maduración biopsicosocial (biológica, psicológica y social).
Con respecto al aprendizaje de la lectura y la escritura, es necesario que el escolar alcance una madurez, sin la cual no se pueden iniciar dichas tareas, y esta madurez sería posible solo con la actualización de los factores que intervienen en la adquisición y desarrollo de ambos.
Como analizamos anteriormente, no se puede iniciar ningún aprendizaje sin que las condiciones que lo hacen posible presenten el nivel madurativo necesario para ello.
Cuáles son las condiciones o factores que se deben desarrollar para alcanzar el nivel madurativo para la adquisición y desarrollo de la lectura y la escritura.
Tenemos en cuenta el desarrollo de 5 factores

- Lenguaje.
- Nivel mental.
- Perceptivo.
- Psicomotriz.
- Factores emocionales.

Cuando exista un desarrollo adecuado de estos factores, se estará en presencia del nivel madurativo necesario para la adquisición de estos procesos.
Por consiguiente ninguna enseñanza deberá comenzar antes de haberse conseguido dicha madurez, ya que supondría un esfuerzo por encima de las posibilidades reales del escolar, lo que podría provocar frustraciones, así como rechazo a las tareas escolares. Desde las etapas precedentes debe realizarse un trabajo preventivo que garantice el acceso a los códigos del lenguaje escrito.
Aunque son aspectos distintos, su evolución no se produce de un modo aislado, sino que se dan simultáneamente, existiendo una interrelación entre ellos.
A continuación abordaremos cada uno de estos factores.

·         Lenguaje

El lenguaje escrito significa la conquista de un segundo lenguaje, más difícil y que exige un mayor esfuerzo que el lenguaje oral. El saber leer y escribir supone del conocimiento de una serie de signos y símbolos, el lenguaje oral, que es básico y esencial para la adquisición del otro.
Cuando se quiere expresar una idea, hay que saber articular los sonidos que lo hagan comprensible a los demás, cuando se oye una serie de sonidos articulados hay que saber captar su significado. Sin este requisito no se puede aprender que a cada sonido le corresponde un signo gráfico que lo representa.
El aprendizaje inicial de la lectura y la escritura presupone un determinado nivel de preparación del lenguaje de los escolares.
La formación del lenguaje oral es un acto inconsciente: a los 3 meses el niño emite sonidos articulados distintos al llanto (juego fonético y va dominando gradualmente el aparato de fonación), a los 9 meses emite sonidos que varían según el ambiente exterior (papá-mamá), va imitando y adquiriendo un valor representativo (proceso intelectual) al año o año y medio puede expresarse de 10 a 15 palabras de forma aislada. A los 2 años nombra objetos del medio. A los 3 años, el vocabulario aumenta rápidamente para alcanzar un promedio de casi 1.000 palabras y tiene lugar el desarrollo del lenguaje comunicativo (se incorporan pronombres, participios y gerundios). Hacia los cuatro o cinco años, ya su lenguaje se enriquece significativamente; pero el niño no conoce los medios que utiliza para producir su lenguaje, el estudio de las estructuras gramaticales, esto lo comienza a conocer cuando adquiere el lenguaje escrito.
La percepción auditiva le permite le permite captar e ir discriminando los estímulos acústico de la estructura fonemática del lenguaje que se oye en su entorno. Ya en la tercera o cuarta semana de vida, en el niño aparece la precisión auditiva no solo al estímulo sonoro fuerte, sino al lenguaje del adulto. Sin embargo, es evidente que la existencia de esta capacidad sensorial para la percepción de los sonidos es insuficiente para la comprensión del lenguaje debido a su estructura extremadamente compleja. Al principio el niño percibe el lenguaje por la vía de la captación rítmica melódica de las palabras, son capaces de dar respuesta al colorido emocional, ya hacia el final del segundo año es capaz de discriminar palabras que se diferencian por un fonema. Sobre esta base tiene lugar la asimilación del vocabulario activo y la pronunciación correcta de las palabras. En el lenguaje desempeña un gran papel el desarrollo del oído fonemático. El desarrollo de este asegura la pronunciación exacta, clara y correcta de todos los sonidos de la lengua materna.
Por otro lado, A.R Luria y otros investigadores señalan que el desarrollo del lenguaje condiciona un nivel superior en la formación de las representaciones fonemáticas, lo que a su vez sienta las bases para el aprendizaje de la lectura y la escritura.
El alto grado de desarrollo del oído fonemático primario no implica que el niño sea capaz de solucionar tareas que impliquen formas superiores de análisis, de forma espontánea. El oído fonemático tiene como función el análisis y síntesis de los sonidos verbales, y sobre la base de ellos se diferencia una palabra de otra. Esta es una habilidad a desarrollar de forma dirigida a partir de los 5 o 6 años de edad según la mayoría de los investigadores.
El desarrollo del análisis sonoro de las palabras en la edad preescolar es una condición importante para lograr un aprendizaje exitoso de la lectura y escritura.
El desarrollo del lenguaje, tiene una gran importancia al comienzo de la vida escolar y una gran responsabilidad en el aprendizaje de la lectoescritura; pues lo que se expresa por escrito no es más que aquello que se conoce, piensa o supone, y se hace de la forma y con las palabras que se dominan. Un buen desempeño en la lectoescritura no solo depende de un buen control muscular y de la capacidad de reproducir las formas y rasgos en el papel, sino de que se tengan suficientes recursos para expresar una idea, una pronunciación correcta redundará en una buena expresión escrita y la riqueza del vocabulario permitirá un buen desarrollo de su pensamiento.

·         Nivel Mental

Se plantea que la edad mental adecuada para que el niño aprenda a leer y escribir está comprendida entre 5 – 7 años.
La inteligencia de un niño pequeño al principio es de tipo práctico, fundamentada en su actividad psicomotriz. Con la imitación posterior, aparece un pensamiento representativo y ya a los 4 años es capaz de evocar y representar acciones; el lenguaje le ayuda a estructurar su pensamiento y poco a poco su inteligencia adquiere un carácter operativo, que no depende de circunstancias y situaciones concretas.
Esta adquisición será lenta y fundamental para la enseñanza de la lectura y la escritura, pues en ella intervienen operaciones fundamentales de análisis y síntesis, generalizaciones y abstracciones. Sólo a través de la actividad analítica podrá descomponer los elementos que componen las palabras hasta sus elementos básicos (fonemas y grafemas) y de éstos volver a la síntesis de sílabas y palabras.

·         Desarrollo perceptivo

Por su importancia en el aprendizaje de la lectura y la escritura, abordaremos la percepción visual, auditiva, espacial y temporal.
En la edad preescolar la percepción infantil se caracteriza por falta de los detalles y saturación emocional. Es en este periodo donde ocurre un desarrollo intenso y existe un perfeccionamiento de su orientación en las propiedades y relaciones externas de los fenómenos y objetos en el espacio y en el tiempo.
Cualquier actividad intelectual exige una comprensión del significado de la interrelación existente entre el espacio y el tiempo, la lectura y la escritura se desarrollan en un tiempo y un espacio determinado. En la
percepción espacial, las primeras representaciones sobre las direcciones del espacio asimilados por el niño están relacionados con su propio cuerpo. El niño de edad preescolar una vez que tenga el conocimiento de su esquema corporal, podrá organizar las relaciones entre los objetos exterior a él, estas relaciones se dan en grupos opuestos: alto – bajo, delante – detrás, cerca – lejos, dentro – fuera, derecha – izquierda. Este espacio es la hoja de papel, donde estos elementos necesitan dominarse para su ejecución.
Según Piaget (el niño entre los 5 y 8 años acabará de reconocer su izquierda y su derecha, entre 8 y 11 años las considerará desde el punto de vista de los otros y de su interlocutor, pero sólo entre 11 y 12 años llegará a considerar una izquierda y una derecha en las mismas cosas).
La
percepción temporal, es la que más tardía aparece en el niño. El fenómeno es subjetivo y solo en los primeros años de escolaridad se logra comprender. Se tendrá en cuenta la sucesión de los días, de los meses, contribuyendo esto al desarrollo de la lectura y la escritura, pues estas se basan en un ordenamiento temporal, según el plano del papel siguiendo una dirección determinada (izquierda – derecha) y una sucesión de letras y palabras.
De todo lo anteriormente analizado, radica la importancia que tiene el desarrollo adecuado de la percepción y estructuración espacio – temporal, para el aprendizaje del lenguaje escrito, pues este se fundamenta principalmente en una actividad de tipo perceptivo – motriz.
La
percepción visual (forma – tamaño –color), en las primeras etapas aparece la percepción del color, formas, tamaños, sonidos.
La
percepción auditiva, abordada anteriormente, la diferenciación de sonidos. El desarrollo de los procesos fonemáticos constituidos por el oído fonemático y la percepción fonemática, ambos procesos son fundamentales para la asimilación del aspecto sonoro del lenguaje. Las dificultades que se presenten en el desarrollo de los procesos fonemáticos y de la atención auditiva, inciden negativamente, en la iniciación del aprendizaje de la lectura y la escritura, ya que traen consigo dificultades en la pronunciación, lo que repercute en las actividades de análisis fónico ya que para este, se necesita de una correcta pronunciación de los sonidos y palabras.
La distinción y conocimiento de letras exige el dominio de estas percepciones elementales como base para su aprendizaje.

·         Desarrollo Psicomotriz

Jean Piaget, aborda la importancia de la psicomotricidad durante el desarrollo del niño en sus primeros años de vida. Afirma que la inteligencia se construye a partir de la actividad motriz del niño y en los primeros años de su desarrollo no es otra que la inteligencia motriz.
La esfera motriz constituye uno de los factores fundamentales en el desarrollo del niño. Teniendo en cuenta las características del desarrollo psicomotriz del niño hasta los 3 años se establecen los siguientes estadíos:
-Estadío de impulsividad motriz: los actos son simples descargas
-Estadío emotivo: las primeras emociones se manifiestan por el tono muscular o función postural.
-Estadío sensoriomotor: aparece una coordinación mutua de las diversas percepciones (marcha, formación del lenguaje).
-Estadío proyectivo: la movilidad se hace intencional orientada hacia un objeto.
En el periodo de 3 a 6 años las adquisiciones psicomotrices más importantes son la toma de conciencia del propio cuerpo y afirmación lateral, con la orientación a sí y al mundo exterior.

-Toma de conciencia del propio cuerpo.
El descubrimiento del propio cuerpo es el primer paso del proceso evolutivo que termina con la representación de sí como persona, esto no depende únicamente del desarrollo cognoscitivo de la percepción, sino de los aportes del lenguaje que le ayuda a precisar los conceptos; estableciendo la distinción entre su yo y el mundo exterior.

-Afirmación del predominio lateral.
Es el resultado del predominio de un lado del cuerpo sobre otro, clasificándose en: Diestro (predominio del lado derecho), zurdo (predominio del lado zurdo), ambidiestro (cuando no existe predominio y se utiliza indistintamente).
El niño al nacer no presenta un dominio lateral determinado, comienza a marcarse el dominio de un lado sobre otro entre los 18 y 24 meses; hasta los 5 años se va definiendo la lateralidad y solo a los 6 años el niño está lateralizado (en algunos casos).
En la adquisición de la lectoescritura el niño debe integrar los complejos mecanismos el desarrollo psicomotor que incluyen el manejo del lápiz, la reproducción de los rasgos de las letras, el movimiento de los ojos de izquierda a derecha y viceversa, la coordinación óculo-manual.
El desarrollo adecuado de estos mecanismos tiene como base la integración de la coordinación visomotriz y la dinámica del movimiento. La coordinación ojo-mano comienza a desarrollarse entre los 2 y 4 meses. Así empieza una etapa de práctica llamada "ensayo y error", que sucede al ver los objetos y tratar de agarrarlos con las manos. A los 5 años,
están preparados para cortar, pegar y trazar formas. Sus dibujos tienen trazos definidos y formas identificables. Al final del 7 año de vida se observa ya un ritmo normal en todos los movimientos y una precisión de los gestos y movimientos finos en general.
Los elementos de la psicomotricidad se desarrollan paralelamente a las funciones afectivas e intelectuales (pensamiento, lenguaje, memoria, atención).
Podemos precisar que una evolución normal de la psicomotricidad, influye de forma decisiva en todos los aprendizajes de tipo manipulativo, y de modo marcado en el aprendizaje de la lectura y la escritura. Un adecuado desarrollo psicomotriz le entrega al niño la facilidad de conocer el mundo y su propio cuerpo, esto le otorga la capacidad a futuro de poder ejercer la escritura y la lectura más fácilmente puesto que posee un dominio del ambiente donde se desenvuelve.

·         Factores emocionales

Conjuntamente a la evolución física se da la evolución afectiva. El niño pasa por una serie de etapas madurativas a través de las cuales se va configurando su personalidad.
En los primeros años se destacan dos rasgos fundamentales: inseguridad y ansiedad.
El niño vive una relación parasitaria con la madre. Pero a medida que crece, por un lado va necesitándola menos y por otro su desarrollo intelectual también lo va separando.
Hacia los dos años y medio viene una fase de oposición (el niño hace lo contrario de lo que le dicen) se vuelve caprichoso, terco, difícil de manejar. A los tres años el niño se da cuenta de que su madre tiene existencia propia. Entre los tres – cinco años el niño aprende a querer a su madre sin confundirse con ella. Va integrándose a un ambiente escolar.
Su misión principal debe ser la habituación social y la etapa preparatoria para la integración escolar. El papel de la motivación es en este momento importante, pues hará que el niño emprenda un nuevo tipo de actividad con una disposición afectiva desfavorable o favorable, lo que marcará con un signo u otro su enseñanza.
Los seis años, es el momento idóneo para iniciar la escolaridad básica desde todos los puntos de vista, el niño está en las mejores condiciones para emprender una serie de aprendizaje de modo sistemático, ya el niño ha terminado el proceso de identificación con los padres por lo que goza de una cierta tranquilidad.
Cuado todos estos factores anteriormente analizados adquieran un adecuado desarrollo, estaremos en presencia de las condiciones óptimas para emprender al aprendizaje de la lectura y la escritura.

CONCLUSIONES

El aprendizaje de la lectoescritura constituye uno de los contenidos del proceso de aprendizaje de la educación infantil que mayor trascendencia para la vida de un niño. No aprender a leer o tener dificultad tiene un efecto negativo no solo sobre el aprendizaje del resto de las materias, sino también sobre el desarrollo integral, pues le impide apropiarse del conocimiento y la cultura que están plasmados en las mismas.
Contar para ello de las condiciones necesarias para su adquisición, es condición indispensable para lograr éxito en su desarrollo. Estos factores deben ser desarrollados en períodos anteriores, que permita alcanzar un nivel madurativo, para llevar a cabo dicho aprendizaje.

BIBLIOGRAFÍA

·         ________________, Orientaciones metodológicas de primer grado, Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de la Habana, 1988.

·         ___________________Pensamiento y Lenguaje, Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana, 1982.

·         CALLEJAS, DOROTHEA, La descripción comunicativo-funcional de la lengua y la enseñanza idiomática. Ponencia presentada en la III Reunión Científica de Profesores, Facultad de Español, Lengua Extranjera y Arte, Santiago de Cuba, abril, 1989.

·         CÁRDENAS MOLINA, GISELA, Las huellas del texto oral y escrito, Curso de Español, Universidad para Todos, Editado por Juventud Rebelde, Ciudad de La Habana, 2000.

·         DURÁN, G.A., El proceso docente educativo como proceso comunicativo, En Comunicación Educativa, Editorial Promolibro, España, 1997.

·         FIGUEREDO ESCOBAR ERNESTO, Psicología del lenguaje, Editorial Pueblo y Educación, 1982.

·         GARCÍA ALZOTA ERNESTO, Metodología de la enseñanza de la lengua materna. Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de la Habana, 1989.

·         MATÍNEZ MENDOZA FRANKLIN, Lenguaje oral, Editorial Pueblo y Educación, Cuba, 2004.

·         PORRO RODRÍGUEZ MIGDALIA, Práctica del idioma español, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1989.

·         ROMEU ESCOBAR, ANGELINA, Comunicación y enseñanza de la lengua, Revista Educación, Septiembre- Diciembre No. 83, Editorial Pueblo y Educación, Cuba, 1985.


viernes, 9 de noviembre de 2012



"Vivir con las Manos" 


https://www.youtube.com/watch?v=RFL2PruoQcI&feature=endscreen&NR=1



EL LENGUAJE DEL TACTO

https://www.youtube.com/watch?v=yqfY-unzYLY&feature=relmfu



TEMA 9 DE NOVIEMBRE EDUCACION DE UNA PERSONA SORDOCIEGA



https://www.youtube.com/watch?v=sBPhZLTyfzE&feature=related


8 DE NOVIEMBRE ORIENTACION PARA LA SELECCION DE MATERIAL DIDACTICO
 
 
VIDEO
 
Recursos didácticos
 


Juguetes didácticos  




Discapacidad - Movilización Social - Vida Independiente - Desinstitucionalización 

https://www.youtube.com/watch?v=d_TJJhpt2Cw


TEMA 7 DE NOVIEMBRE

MANEJO DEL NIÑO HIPERACTIVO EN EL AULA BAJO EL ENFOQUE DE INTEGRACIÓN SENSORIAL

El trastorno por déficit de atención (TDA) es un padecimiento donde al niño le es difícil centrar su atención en un estímulo y concentrarse en él.   Esto se manifiesta en su conducta que se observa desorganizada e impulsiva, y repercute en la familia y en la escuela. El TDAH es mejor conocido como el niño hiperquinético o con disfunción cerebral "mínima"

Causas:

Existen diversas teorías que intentan explicar el origen del trastorno por Déficit de Atención, algunos consideran que la causa se debe a una maduración retardada del sistema nervioso, o por haber alguna lesión cerebral, una variación genética, alteraciones metabólicas y/o problemas emocionales.

Descripción del cuadro:

       FALTA DE ATENCIÓN: con frecuencia no termina las cosas que empieza a menudo parece no escuchar, se distrae con facilidad, tiene dificultades para concentrarse en tareas escolares, tienen problemas para seguir una actividad de juego.

      IMPULSIVIDAD: suelen actuar antes de pensar, cambia excesivamente de una actividad a otra, le es difícil organizar el trabajo, necesita de una supervisión muy constante, frecuentemente grita en clase, tiene dificultades para esperar su turno en juegos o situaciones de grupo.

      HIPERACTIVIDAD: corre o se trepa por todos lados, excesivamente tiene problemas para quedarse quieto o juguetea demasiado le es difícil permanecer sentado siempre anda desbocado o actúa como impulsado por un motor.

La Terapia Ocupacional basada en la Teoría de la integración sensorial puede resultar clave en la intervención terapéutica del niño hiperactivo. En muchos casos, las dificultades existentes para mantener la atención, regular el nivel de actividad e/o interactuar adecuadamente con el ambiente están relacionadas con un problema de integración sensorial, y más específicamente, con un problema de modulación sensorial.

Los principales síntomas de una disfunción de modulación sensorial, según Parham y Mailloux (en Roley,Blanche,Schaaf, 2001), son los siguientes:

1)    dificultades con las habilidades sociales y la participación en el juego.

2)    poca confianza en uno mismo y falta de autoestima.

3)    dificultades con las actividades de la vida diaria y en el ámbito escolar.

4)    ansiedad, falta de atención e inadecuada habilidad para regular las reacciones propias ante los demás.

5)    retraso en el ámbito sensorimotor y en el desarrollo de habilidades motoras finas y gruesas.

Con una detallada evaluación que incluye pruebas específicas sobre el procesamiento sensorial, con la observación del niño en sus diferentes ambientes y con cuestionarios para los padres y profesores, el terapeuta ocupacional puede identificar los sistemas sensoriales afectados y preparar un programa de actuación acorde con el perfil sensorial de cada niño. Las actividades y adaptaciones propuestas por el terapeuta ocupacional tienen como objetivo nutrir sensorialmente al niño, es decir, son actividades con una alta carga sensorial, sobre todo en los ámbitos proprioceptivo, vestibular y táctil. La intervención puede efectuarse en varios frentes simultáneamente; es decir, por una parte, el niño puede acudir a tratamientos directos en una clínica que cuente con material de integración sensorial, pero además, al mismo tiempo, se pueden incorporar a su ámbito familiar y al escolar actividades y adaptaciones que tengan en cuenta las necesidades sensoriales del niño.

No todos los niños hiperactivos lo son por las mismas causas. Para algunos, la hipersensibilidad táctil es el principal problema; para otros, su hiperactividad tiene primordialmente un origen vestibular, o bien una combinación de dificultades en varios sistemas sensoriales. Lo ideal es, sin duda alguna, una evaluación individual realizada por un terapeuta ocupacional con una formación específica en integración sensorial, algo que, desgraciadamente, no siempre es posible. En este caso de no poder contar con un terapeuta ocupacional especializado en integración sensorial, siempre se pueden aplicar algunas estrategias generales que pueden ayudar al niño hiperactivo en su adaptación a la clase y al ámbito escolar en general. A continuación, veremos algunas de estas estrategias.

No debe olvidarse que el sistema nervioso de los niños que padecen problemas de integración sensorial es menos estable que el de otros pequeños y que, por ello, son niños frágiles en el plano emocional. La estimulación ambiental –ruidos, movimientos, luces, personas, etc.-- puede provocar que el niño sufra una pérdida de control. Es necesario, por tanto, que nos mantengamos alerta respecto al niño y a todo lo que le rodea, con el objeto de poder evitarle situaciones que le supongan perder el control. Situaciones ruidosas o bullangueras, como las que se dan en fiestas de cumpleaños o en recintos de atracciones, que resultan tremendamente divertidas para la mayor parte de niños, son habitualmente muy estresantes para el niño con un problema en su integración sensorial.  Es posible que hasta la actividad del patio del colegio o, incluso, la de su aula escolar le resulten igualmente demasiado estimulantes. Por ello es conveniente que disponga, dentro de su clase, de un rincón tranquilo al cual pueda acudir, retirarse, para recobrar la calma cuando se sienta sobreestimulado y, así, evitar una crisis emocional, una pérdida de control. Sencillamente, una mesa cubierta con una manta puede hacer las funciones de casita de reposo, a la cual el profesor podrá invitar al niño a ir a calmarse cuando éste se encuentre sobreexcitado. Una vez establecido este lugar y dictaminada su función, el propio niño podrá acudir a él de modo autónomo cuando sienta la necesidad de hacerlo, cuando necesite tranquilidad, para rebajar su sobreexcitación. Es fundamental que se respete el cometido de la casita de reposo y que no se convierta en un espacio más para jugar o realizar otras actividades; el niño debe relacionarla únicamente con un lugar de tranquilidad, con su pequeño refugio contra la sobreexcitación.

En cualquier caso, resulta imprescindible que tanto padres como profesores sepan mantener la calma, ya que constituyen un elemento básico del ambiente que rodea al niño. Si el niño llega a perder el control, los castigos servirán solamente para empeorar su autoestima. Lo primero es ayudarlo a recomponerse. El mencionado sitio tranquilo, la casita de reposo, con una manta favorita o un osito de peluche en su interior, puede proporcionar al niño las estimulaciones calmantes que necesita. Algunos niños apreciarán que se les abrace o que se les meza. Un paseo al aire libre, sobre todo si el día está fresco, también puede ayudar.

Todo esto no significa que no se deba disciplinar al niño que presenta problemas de integración sensorial. Un programa de recompensas por buen comportamiento y retirada de privilegios por comportamientos inadecuados es beneficioso para todos los niños. En el caso del niño que tiene dificultad para controlar sus emociones y su nivel de actividad, premiar las ocasiones en las cuales consiga mantener la calma lo ayudará y le dará confianza en sí mismo. Pero hay que poner a su disposición estrategias eficaces para ayudarle a conseguir su objetivo y colaborar con él en el reconocimiento de su propio estado de alerta. Las terapeutas ocupacionales Williams y Shellenberger diseñaron un excelente programa para enseñar a los niños cómo ser más conscientes de sus necesidades sensoriales y cómo modificar su estado de alerta utilizando actividades con alta carga sensorial.

Algunos niños son hipersensibles a los olores y los ruidos ambientales, y la exposición a este tipo de estímulos puede provocar una alteración en el comportamiento y el nivel de alerta. Es conveniente eliminar, en la medida de lo posible, los ruidos que puedan distraer al niño. Por ejemplo, una escuela de Montreal (Canadá) tuvo la feliz idea de poner pelotas de tenis agujereadas en la base de todas las patas de las mesas y sillas para eliminar el molesto ruido causado por el roce con el suelo. Las ventanas y puertas abiertas pueden constituir otra fuente de ruidos que distraen y sobreestimulan al niño con problemas de integración sensorial. Debemos también controlar nuestra voz y procurar hablar suave y tranquilamente.

Ciertos olores, de alimentos, productos de aseo o de limpieza, pinturas, etc. pueden ser estímulos francamente desagradables para algunos niños. Evidentemente, es imposible controlar todos los ruidos y olores ambientales, pero conviene ser consciente de que esos estímulos pueden influir muy negativamente en el comportamiento del niño.

Para algunos niños hiperactivos la proximidad de los compañeros puede ser una constante fuente de tensión. Encontrarse en el medio de una fila puede representar una situación extremadamente estresante. Colocarse en el último lugar de la hilera, desde donde se pueden controlar las distancias con los demás, suele ser una eficaz manera de reducir la tensión vivida por este tipo de niños.

El momento de las comidas, cuando varias personas se sientan a la misma mesa, puede también  constituir otro motivo de tensión. Dejar que el niño coma en un extremo de la mesa ayuda a preservar su espacio personal y, por tanto, a evitar crisis emocionales. Los comedores de los colegios, siempre bulliciosos y llenos de gente, suelen resultar demasiado estimulantes para el niño con problemas de modulación sensorial. Si no es posible que el niño efectúe su almuerzo en su hogar tranquilamente, entonces es aconsejable que en el comedor del colegio se le reserve el lugar más tranquilo, así como que se le encuadre en el turno menos ruidoso.

El niño que padece deficiencias en su procesamiento sensorial no percibe adecuadamente su ambiente. Como ya hemos dicho, debemos recordar siempre que el sistema nervioso de los niños con problemas de integración sensorial no es tan estable como el de otros pequeños. Todo ello provoca que estos niños tengan una gran necesidad de una rutina estable y previsible para poder funcionar correctamente. Los cambios de sus horarios, de sus espacios físicos o de las personas que lo cuidan afectarán negativamente al niño que padece estas deficiencias. Es preferible que las alteraciones le sean anunciadas con antelación y, posteriormente, le sean recordadas a medida que se aproximen. La cabezonería y la falta de cooperación que muestran muchos niños con problemas de integración sensorial es, en parte, un reflejo de esa necesidad de rutina estable.

Lo que más caracteriza el niño hiperactivo es el exceso de movimiento, lo cual puede deberse  a diversas causas. Dicho exceso de movimiento puede ser causado, por ejemplo, por un déficit en los sistemas vestibular y propioceptivo, responsables en gran parte del control postural, lo que hace que al niño le cueste mantener su cuerpo erguido contra la gravedad y busque continuamente apoyos de un modo u otro. Es frecuente que estos niños adopten posturas de verdaderos contorsionistas mientras están sentados, envolviendo sus piernas alrededor de las patas de las sillas, por ejemplo. Otros, sencillamente no consiguen mantenerse sentados  y se caen a menudo de sus asientos. En estos casos, un tratamiento de Terapia Ocupacional basado en la Teoría de la integración sensorial suele ser eficaz para solucionar el problema. Hay otros niños que necesitan una gran cantidad de estimulación (vestibular, proprioceptiva, táctil) para mantener un nivel de alerta adecuado y buscan esa estimulación a través del movimiento. En este caso, los niños afectados se benefician, por ejemplo, de asientos que se mueven, de frecuentes actividades deportivas, de muchas oportunidades para levantarse (ayudar al profesor a repartir papeles, hacer recados, etc.) y, en general, de no pasar demasiado tiempo en situaciones en las que el movimiento no está permitido.

Algunos niños con problemas de integración sensorial todavía continúan necesitando actividades de exploración oral a la edad de comenzar el colegio. Debido a esa necesidad, es habitual verlos morder o chupar su ropa (cuellos, puños), lápices, etc. Para evitar estos comportamientos no deseados, podemos ofrecerles a estos niños objetos que socialmente sean aceptables de introducir en la boca, como, por ejemplo, un botellín plástico como el de los ciclistas, un mordedor o chicle. Es importante recordar que si el niño utiliza este tipo de estimulación es porque realmente lo necesita para mantenerse alerta o porque le ayuda a organizar su sistema nervioso. Es el mismo caso de muchos adultos, que necesitan estimulación oral (por ejemplo, tener un cigarrillo entre los labios, morder  un palillo, comer algo o mascar chicle,) y se ponen nerviosos cuando no pueden hacerlo.

En definitiva, el niño hiperactivo debe ser considerado no solamente desde un punto de vista psicológico y médico, sino también desde un punto de vista sensorial. La intervención del terapeuta ocupacional es fundamental para determinar cuáles son los sistemas sensoriales afectados, qué estímulos sensoriales alteran negativamente el comportamiento y qué estímulos sensoriales pueden ayudar a mantener un nivel de alerta adecuado para la interacción y el aprendizaje.


BIBLIOGRAFÍA
    

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